Visita nuestro archivo

Yo era un muchacho verdaderamente delgado, con muy poco desarrollo muscular y cero técnica. Estaba enfadado con el mundo, acababa de terminar una relación amorosa, no me gustaba mi trabajo, mi familia no estaba reunida bajo el mismo techo; se podría decir que odiaba la vida.
Cuando conocí a mi maestro Marco De Cesaris y por consecuencia IMBA, nunca me imaginé que estaba por comenzar un camino lleno de retos y de trabajo duro, sino también lleno de objetivos y una inmensa satisfacción. Conocí las personas más maravillosas de este mundo, hice amistad con la gente más disponible que puede haber, y poco a poco comencé a sentirme parte de una comas más grande de un simple “yo”… una segunda familia.
Perfeccioné la técnica, endurecí el cuerpo y la mente y de un momento al otro mi deseo de niño de convertirme en un buen luchador y en un instructor comenzó a tener forma.
Cada vez que bajo mi cabeza vencido por la fatiga, siempre me digo: “levántate… puedes hacerlo…hay que hacerlo.”
Hubo momentos de debilidad, sigo siendo humando, pero nunca me doy por vencido, jamás he bajado mi cabeza en señal de una derrota total.
Sin embargo, en este momento debo decir que sí, he bajado mi cabeza, pero no como una señal de derrota, sino, por respeto a mis compañeros de equipo y por la timidez en la cara al estar frente a la inmensidad del hombre que me ha dado un propósito. En el futuro estaría contento si pudiese tener al menos una decima parte de su habilidad y empatía.
Pero ese futuro, a pesar conquistar y lucir el X Khan como instructor asistente, es aún lejano, tengo mucho que aprender y perfeccionar técnicamente, y todo ha sido bellísimo ya que significa que puedo mejorar una y otra vez.
Por esto, la única cosa que puedo decir ahora, sonriendo y talvez casi conmovido, es solo… Gracias, Gracias infinitamente.