Uno de los objetivos principales del combatiente debe ser de pasar por detrás del adversario para poder “finalizarlo“ con mayor facilidad. Este mismo principio forma parte de uno de los enfoques al combate desde tiempo inmemorial en todas las culturas: el ataque a las espaldas, aunque reprobable según las reglas caballerescas del combate, debe usarse cada vez que la situación lo permita. Se puede finalizar con golpes, rupturas articulares (de la columna vertebral) o estrangulaciones.